
Con tantos hombres inteligentes, con tantos espíritus metódicos, con tanta voluntad de diálogo y equilibrio, España se encuentra en la hora presente como véis. Ya llevamos nosotros desde hace mucho tiempo opuestos radicalmente a tanto ser dialogante y equilibrado; porque de siempre entendimos que todas las grandes energías de los hombres y de los pueblos suponen un desequili-brio, que también la heroicidad y el genio lo son, y esos que no se atreven a lanzar una afirmación ni una negación, que andan siempre entre los pros y los contras, que practican el "qué se yo"; esos, son gente que nos señala como delirantes y bárbaros. ¡Ah!, ellos son realistas y partidarios de la estabilidad.
Si el realismo y la estabilidad consisten en esta degradación parla-mentaria, que va alcanzando todos los órdenes de la vida; en la merma de la riqueza pública y de la soberanía económica; en el sometimiento de la independencia nacional a los dictados de intereses financieros internacionales; en el mérito susti-tuido por el favor; si consiste en el repliegue ignominioso del Estado ante el avance separatista, entonces, malditos sean el realismo y la estabilidad, y viva ese delirio bárbaro que al menos alienta el corazón y la fantasía.
Queremos vivir en esa región a la que llaman barbarie y sumergirnos, por decirlo así, en el espíritu nacional de nuestra Patria; somos una gota en la corriente del río llamado España, sentimos la solidaridad, no sólo con los que son, sino con los que fueron, y por eso la sentimos con los que vendrán.
Por eso amamos a nuestra Patria y la evocamos en sueños, y deseamos vivir en una atmósfera que no se parezca a la atmósfera que nos rodea en la hora presente. ¡Cuántas veces, al apartar la vista de la realidad actual, nos dirigimos hacia la historia pasada, y la evocamos y la buscamos en aquel período de intersección entre una España que termina y otra que comienza!.
Entonces, vemos aquella Reconquista que se va formando con hilos de sangre que salen de las montañas y de las grutas de los eremitas, que van creciendo hasta formar arroyos y remansos, y vemos crecer en sus márgenes los consejos, y las behetrías, y los gremios, y los señoríos, y las Cortes, y a los monjes, a los cruzados, a los pecheros, a los infanzones, a los solariegos, enlazados por los Fueros, los Códigos, los Usatjes, los Poemas, y los Romanceros; descendiendo hacia la vega de Granada en un ocaso de gloria, para ver allí el alborear de un Nuevo Mundo, con la conquista de América y del Pacífico; y entonces pasan ante nuestra fantasía Colón y Elcano, Magallanes y Cortés; los conquistadores, los navegantes y los aventureros; y a medida que el Sol se levanta, nuestras almas quieren vivir y sentir y admirar a políticos como Cisneros y como Felipe II; a estadistas y caudillos como Carlos V y como Juan de Austria; y, por un impulso de la sangre, queremos ser soldados de los tercios del duque de Alba, de Recaséns y de Farnesio, y queremos que recreen nuestros oídos los períodos solemnes de fray Luis de Granada y las estrofas de Lope y Calderón, y que nos traiga relatos de Lepanto aquel "Manco", a quien quedó una mano todavía para cincelar sobre la naturaleza humana a Don Quijote. Queremos, en fin, embriagarnos de gloria española, sentir en nosotros el espíritu de la Madre España porque, cuando se acabe nuestro sueño, cuando se desvanezca el delirio y tengamos que venir a la realidad presente, ¿qué nos importará que solo sea recuerdo del pasado lo que hemos contemplado y sentido?. Siempre habrá traído ardor al corazón y fuego a las palabras para comunicar con el corazón de nuestros hermanos y decirles que es necesario que se encienda más su patriotismo cuanto más vacile la Patria.
¡Precioso!
ResponderEliminar¿Qué ha pasado con la música?
Problemas con el servidor, en breves estará de nuevo.
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