(Dedicado a los habituales sectarios y las víctimas de la E.S.O.)

El pasado día 1 de diciembre, el diario gratuito “Qué!” reproducía entre las páginas de su edición para Cantabria un artículo titulado “Los símbolos franquistas desaparecen a golpe de obra”. La redacción del mismo aparecía atribuida a Victoria Lemaur (victoria.lemaur@que.es).
En aplicación de la perturbadora legislación impuesta recientemente, de entre los monumentos, símbolos y calles cuya permanencia se prevé que será sometida a revisión según el mencionado artículo, en el mismo se recogía un par de listados de calles, extraídas en teoría de las supuestamente más de 30 vías santanderinas que conservan nombres vinculados al régimen de Franco.
A título informativo, se presentan continuación las calles de ambas listas citadas.
Agrupadas bajo el epígrafe “18 calles con nombres del régimen franquista” aparecen:
Alto de los Leones - Falange Española
Alféreces Provisionales - Calle García Morato
Calle del Almirante Cervera - Calle General Moscardó
Calle Camilo Alonso Vega - Calle Montejurra
Calle Comandante Velarde - Calle Ruiz de Alda
Calle Héroes de la Armada - Sargentos Provisionales
Calle General Mola - Viviendas de La Falange (Cueto)
Avenida del General Dávila - Calle Capitán Palacios
Calle Alzamiento - Calle Columna Sagardía
Calle Belchite - Calle Comandante Velarde
Calle Brunete - Calle General Díaz Villegas
Calle Canarias - Calle Héroes del Baleares
Calle Capitán Cortés - Calle Héroes de la Armada
Es más, resulta muy fundada la sospecha de que bajo el disfraz de una “normalización del callejero democrático” que afectaría a algunas vías, entre la indolencia acomodaticia de unos y el revanchismo hipócrita de otros, lo que se busca realmente es utilizar la coartada legal con la intención de hacerlo extensible a cualquier nueva calle por el mero hecho de estar bautizada durante el régimen de Franco o simplemente con reminiscencias no del gusto de los censores de inclinación política izquierdista, en sus encubiertas pretensiones chekistas de depuración.
Independientemente del motivo originario que en su día se hubiese justificado para adoptar su denominación, sorprende por de pronto el encontrar en las listas “revisionistas” algunos nombres tan asépticos como Héroes de la Armada, que no debería suponer rastro de estigma alguno. Igual caso sucede con los nombres de Canarias y Almirante Cervera, dos cruceros de la escuadra nacional que intervinieron en la contienda del 36-39. El segundo de ellos corresponde al del ilustre marino que dirigía las fuerzas españolas en la batalla naval de Santiago de Cuba, frente a la escuadra de EEUU, en 1898.
Más enjundia si cabe tiene la calle Montejurra, cuyo nombre está íntimamente ligado al carlismo decimonónico y hundiendo profundamente sus raíces históricas, siendo la denominación de un monte situado al sur de Estella donde tuvieron lugar tres batallas de las guerras carlistas (1835, 1873, 1876) y tradicionalmente lugar de conmemoración para el carlismo.
Brunete y Belchite, por su parte, son los nombres de dos localidades donde se desarrollaron cruentas e importantes batallas de la guerra del 36-39. El nombre de la calle Alcázar de Toledo innegablemente está asociado a la gesta y el famoso episodio de resistencia acontecido en el mismo conflicto, curiosamente en cuyo vecindario radica la sede del Partido Comunista en Santander, que indudablemente deber sobrellevar muy mal esta circunstancia.
Las calles General Moscardó y Capitán Cortés homenajean respectivamente a los líderes de sendos reductos coetáneos de resistencia numantina, el del finalmente liberado y ya citado Alcázar y el del trágico y malogrado Santuario de la Virgen de la Cabeza, en Jaén.
Ruiz de Alda era un prestigioso aviador navarro, integrante de la tripulación que protagonizó en 1926 la famosa travesía del Atlántico Sur con el hidroavión Plus Ultra, desde Palos de Moguer a Buenos Aires (unos 10.000 Km.), junto con Ramón Franco, hermano del de la estatua, Durán y Rada. Una importante singladura y desafío en aquel entonces. Es indudable que hay quienes aún hoy no le perdonan al aviador el haber formado parte del inicial triunvirato dirigente de Falange Española, a pesar de que al comienzo de la guerra en 1936 fue detenido y fusilado por las autoridades del Frente Popular.
Bautizada con el nombre de otro aviador, en este caso un as de la aviación nacionalista durante la guerra, aparece la calle de García Morato, fallecido en accidente de aviación muy escaso tiempo después de concluida aquella.
Respecto al general Díaz de Villegas, natural de Corvera de Toranzo, cabe mencionar su faceta de fecundo escritor y su perfil africanista como Director General de provincias africanas y del Instituto de Estudios Africanos.
Figura especialmente entrañable es la calle que homenajea al capitán lebaniego Teodoro Palacios Cueto, alistado en la División Azul en 1942, combatiente en el frente ruso y prisionero de guerra desde su captura por los soviéticos en 1943 hasta 1954, en que es repatriado con casi tres centenares de compatriotas, tras un cautiverio de once años, siendo el oficial prisionero de mayor graduación junto con el guipuzcoano capitán Oroquieta.

Hay quienes para justificar esta polémica campaña de retirada de símbolos, que también tiene mucho de maniobra de distracción frente a otros graves y acuciantes problemas reales del presente, se amparan falazmente en una falsa dicotomía contraponiéndolo al restablecimiento de una supuesta dignidad democrática. Si atendiésemos a esto no procedería entonces mantener símbolo ni recuerdo alguno del pasado que no fuese homologado con el régimen actual, como reyes o personajes de otras épocas.
La innecesaria y muy mal llamada Ley de Memoria Histórica, cuyo equívoco nombre oculta su verdadero objeto, realidad y trasfondo (como pasaba con la antigua República Democrática Alemana), presenta realmente el perfil de una especie de tardío y obsoleto revanchismo diferido en el tiempo, en un afán por obtener una imposible victoria retroactiva de aquellos que de forma anacrónica se dicen y se reconocen, más o menos abiertamente, como herederos morales del Frente Popular izquierdista nada menos que de la España de los años treinta del siglo pasado. Ello generalmente con amplias dosis de sectarismo, o bien por ignorancia o mero oportunismo; esto último especialmente ligado a muchos dirigentes de la presunta izquierda actual, muchos de ellos hijos y descendientes de figuras prominentes del régimen de Franco, a quienes deben el haber alcanzado su posición actual, como claros trepas beneficiados de entonces y ahora. Incluso algunos implicados directamente en persona y luego cambiados de chaqueta.
Es este sin duda un extraño caso colectivo de frustración y reacción contra la figura paterna digno de someter análisis psicológico, con los hijos juzgando a los padres (a los de otros, por supuesto). Pero si fuese necesario, empecemos pues por condenar públicamente a los padres de tales fulanos, y que sean ellos mismos quienes renieguen y abjuren abiertamente de sus antepasados directos.
Decididamente, ahora que se ha puesto de moda el lanzamiento arrojadizo de zapatos en plena rueda de prensa (actividad muy adecuada para quien se apellida Zapatero), y siendo esta materia objeto de regocijo y jaleado por algunos, a más de uno habría que tirarle con un libro de historia a la cabeza. Y bien gordo (uno sobre los ocho siglos de Reconquista sería muy apropiado).