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Filippo Tommasso Marinetti, fundador del movimiento cultural conocido “futurismo”, nació en Alejandría (Egipto) el 22 de diciembre de 1876; y murió de un ataque cardíaco en Bellagio, Como, el 2 de diciembre de 1944.
Después de haberse doctorado en las carreras de Letras en París y de Jurisprudencia en Génova, publicó sus primeros libros. En Milán, en 1905, y con la colaboración de Sem Benelli, fundó la revista Poesía a cuyo éxito contribuyeron Jean Cocteau, Miguel de Unamuno, William Butler Yeats, Gian Pietro Lucini, Giovanni Pascoli, Trilussa –seudónimo de Carlos Alberto Salustri –, Aldo Palazzeschi, Corrado Govoni, Ada Negri y Biagio Marin.
En 1909 publica en el periódico francés Le Figaro el Manifiesto futurista.
De amplia actuación en el movimiento político fascista, participa en varias manifestaciones belicistas, y en 1935 parte para la guerra de Etiopía, y más tarde (1942) pelea en el frente ruso. Caído el régimen fascista en 1943, Marinetti adhiere a la República Social Italiana creada por Mussolini en septiembre del mismo año.
El movimiento futurista por él fundado, responde a la actitud desdeñosa y aristocrática de los intelectuales de vanguardia en relación con las realidades comunes y con los valores clásicos y tradicionales. Busca la originalidad, el irracionalismo, la exaltación de la euforia por los momentos fugaces y la exaltación de la tecnología.
A través de veladas poéticas de encuentro con el público, y de revistas como Lacerba, los futuristas difunden sus ideas, en las que exaltan sentimientos ultra nacionalistas, el amor al peligro, la exaltación de la energía, del coraje y de la audacia; la admiración por la velocidad, la lucha contra el pasado, la exaltación de la agresividad y de la guerra, considerada como “la única higiene en el mundo".
Una llama envuelta en el velo de la vergüenza y de la infamia, que mira de soslayo para no ver de frente como los supuestos principios inalienables y los elevados argumentos morales que se esgrimen habitualmente en otras ocasiones se pliegan ahora, de forma interesada e hipócrita, ante el régimen tecno-comunista de
Sin embargo, el origen de la llama que prendió la rebelión tibetana, cuyas consecuencias sólo vislumbramos fugazmente en la actualidad, se pierde mucho tiempo atrás en unas apartadas tierras de las planicies de Asia Central. Esta es la historia de un pueblo y un país olvidado, al que estas breves líneas brindan un humilde homenaje.
En el cuadrante sudoriental de la extensa meseta del Tíbet, inmediatamente al norte de
Por su particular personalidad, Kham constituye una de las tres entidades tradicionales que históricamente componen el Gran Tíbet, mucho más amplio que el territorio circunscrito a los encorsetados límites administrativos del actual Terriorio Autómono de Tíbet, impuestos por las autoridades chinas.
Con unos contornos un tanto difusos y no completamente definidos, el territorio de Kham, con una superficie aproximadamente 600.000 km2, presenta una forma sensiblemente rectangular. Al norte del mismo, buscando los confines de las remotas estepas mongolas, se extiende el vasto e inhóspito Amdo, otra de las singulares entidades históricas tibetanas, tierra natal del actual Dalai Lama y donde se encuentra Khum-Bum, el mayor monasterio del Tíbet oriental. Al oeste de Kham se encuentra el Tíbet propiamente dicho, recostado sobre la altiplanicie que se extiende tras el Himalaya.
Kham está ampliamente drenado de norte a sur por las corrientes de varios grandes ríos: el Salween, el Mekong, el Yangtsé, entre otros, cada uno de los cuales a su paso acoge luego en sus riberas a numerosos pueblos y civilizaciones.
Históricamente, el Gran Tíbet, incluyendo el Kham y Amdo, nunca ha formado una unidad política. Virtualmente independiente hasta bien entrado el siglo veinte, la parte Oriental quedó progresivamente sometida a la férula china y tutelada más o menos nominalmente. Sus territorios fueron así segregados e integrados administrativamente, con sus fragmentos incorporados a varias provincias chinas limítrofes, dotadas de poéticos y sugerentes nombres: el Yunnan (el Sur Nuboso), Szechwan (las Cuatro Corrientes) y el inmenso Tsinghai (el Lago Azul). Este último engloba casi todo el Amdo, hasta llegar a los extensos territorios desérticos del Turquestán Chino (hoy Sinkiang-Uighur), en el extremo occidental.
Todos estos territorios están pobladas por numerosas y variadas minorías étnicas (y religiosas), muy diferentes de la etnia han, predominante en China, a las que progresivamente el régimen comunista está sometiendo sistemáticamente a un proceso de colonización y disolución cultural, con el fomento de la inmigración de población han procedente del Este.
Estas vicisitudes históricas han hecho que el país de Kham haya visto rota su unidad, dividido artificialmente en dos mitades, ambas separadas por el Yangtsé, con su parte oriental amputada y anexionada fragmentariamente a las provincias chinas periféricas, mientras la parte occidental permanece integrada en la región del Tíbet.
Pero lo que realmente proporciona la peculiar identidad a Kham, más allá de la orografía y los accidentes geográficos, es su población nativa original.
Los khambas, o khampas, de porte orgulloso y distinguido, que incluso poseen rasgos étnicos diferenciados, son tradicionalmente grandes jinetes y guerreros, así como también comerciantes, cuya reputación les distingue del resto de los tibetanos. En su memoria atávica colectiva figura en un lugar primordial un personaje: el gran rey y conquistador Song-tsen Gampo, antiquísimo émulo de Gengis Kán o Tamerlán en la forja de un vasto imperio, pero tan desconocido como el propio Kham.
Hasta la invasión comunista china en los años cincuenta, Kham era un estado feudal. La relación entre nobles, monjes y súbditos era materializado a través de un vínculo de sumisión, con la particularidad de que no era de servidumbre sino vehicular.
Religiosamente, los khambas practican el budismo y algunos la ancestral religión bon, aceptando al Dalai-Lama como cabeza político-religiosa.
Por algo el país de Kham fue el corazón de la rebelión tibetana de 1959, siendo khambas quienes encabezaron y protagonizaron la sublevación anti-china a finales de los cincuenta, prosiguiendo durante muchos años la resistencia desde el exterior. Organizados posteriormente en el secreto Ejército Voluntario de Defensa Nacional, sus guerrillas actuaban desde bases en Nepal e India, cuyo rastro de su actividad clandestina se pierde oculto en los archivos de la inteligencia norteamericana.
Hoy se desconoce el número de khambas, que nunca fue elevado dada la baja densidad del territorio, apenas unos cientos de miles, lo que se acentúa debido al estado latente de conflicto interno y al flujo del exilio asentado en
Es
Desde hace bastantes años, se han popularizado en Cantabria y en el País Vasco dos símbolos denominados "lábaro" y "lauburu" cuya finalidad es representar respectivamente a ambos pueblos. Se han llegado a hacer todo tipo de afirmaciones acerca de ellas, en algunos casos excesivamente dogmáticas y categóricas y en demasiadas ocasiones realizadas desde la ignorancia. A causa de ello, y de la extraordinaria repercusión que han tenido en la cultura popular de ambos pueblos, pretendemos hacer un somero análisis de su origen histórico.
Sabemos por Tertuliano y Minucio Félix que existía un estandarte militar romano denominado cántabrum. Consistía en un pendón de tela roja que estaba sujeto a un travesaño colocado perpendicularmente al asta de sujepción del estandarte. Como los romanos poseían otro tipo de insignia que obedece a esta misma descripción (los vexillum) es de suponer que se diferenciase de estos por el motivo que iría bordado en la tela.
Este tipo de estandartes debía estar bastante difundido entre los pueblos célticos pues aparece representado en el Arco de Orange y en acuñaciones celtibéricas. Se supone que el uso de esta insignia fue tomada de las tropas de auxiliares cántabros que prestaban servicio a Roma, del mismo modo que sabemos por Arriano que el ejército romano copió dos tácticas de caballería, el circulus cantábricus y el cantabricus impetus.
Posteriormente, supuestamente el Codex Theodosianus nos habla de los cantabrarii, una especie de colegio encargado de portar el labarum, un famoso estandarte imperial romano. Este estandarte nos es descrito por Eusebio como una tela de color púrpura ricamente enjoyada, que colgaba de un travesaño del asta. En las acuñaciones de la época este estandarte nos es presentado con un símbolo cruciforme. A modo de curiosidad, este es el estandarte que Constantino vio poco antes de su conversión la cristianismo. Tras esta conversión, el labarum se transforma en el crismón, el anagrama que representa a Cristo, consistente en una "X" sobre la que se superpone una "P", apareciendo frecuentemente respresentado en la iconografía romana.
El problema reside en que no se sabe excatamente en que referencia del Codec Theodosianus se han basado los autores que han establecido esta relación entre los cantabrarii y el Labarum. Algunos de ellos de prestigio, como C.H. Daremberg y E. Saglio
Referencias al "Cantabrum":
"La religión de los romanos venera todos los signa militares, jura por ellos, los antepone a todos los dioses. Todas las imágenes colocadas en los signa son los collares de las cruces; las telas de los vexilla y de los cantabra son las vestiduras (stolae) de las cruces. Alabo [vuestro] celo: no quisisteis adorar a cruces desaliñadas y desnudas." [Tertulianus, Apologetycum, Pars IV, Capitulum XVI, 8]
"Además ni rogamos ni veneramos a las cruces. Vosotros ciertamente, que divinizáis a dioses de madera, quizá adoráis cruces de madera como parte de vuestros dioses. Pues tanto los mismos signa, como los cantabra, como los vexilla de los campamentos, ¿qué otra cosa son sino cruces enriquecidas y adornadas?" [M. Minutius Felix, Octavius, XXIX]
"Además, en los cantabra y vexilla, a los que la milicia guarda con no menor devoción, las telas son los vestidos de las cruces." [Tertulianus, Ad Nationes, I, 12]
Referencias al "Labarum":
"Ya sea que nos aguarde el combate, ya dictemos en la paz serenas leyes, ya pisoteemos en la ciudad las vencidas cabezas de los dos tiranos, es necesario, reina, que admitas de grado mis banderas, en las que la imagen de la cruz bien brilla ornada de gemas, bien, hecha de oro macizo, refulge en lo alto de las lanzas/mástiles." [Aurelius Prudentius, Contra Symmachum, Lib. I, 461-466]
"Cristo, bordado en oro y ornado con piedras preciosas, marcaba el Labarum purpúreo, Cristo se escribía en los escudos, en la cresta de los cascos centelleaba la cruz." [Aurelius Prudentius, Contra Symmachum, Lib. I, 486-488]
Eduardo Peralta Labrador ha sido quien ha realizado el estudio mas serio sobre el tema y argumenta que, al ser el labarum una evolución del estandarte cántabro, lo lógico es que se le pareciese y por tanto fuera en realidad una X, similar a la cruz de San Andrés. Se basa ademas en diversos datos, como en un ara dedicada al Genio et signis de la Cohors Filda Vardulorum Equitata acantonada en el campamento de Riechester (Elsdon, Gran Bretaña), en la que aparece representado un estandarte de este tipo. Ademas, en diversas acuñaciones galas se nos presenta un guerrero en actitud de dominar una figura monstruosa mientras enarbola un estandarte con este símbolo. Supuestamente se trataria de Taramis, dios del rayo y vencedor del monstruo serpentiforme (tema muy difundido en la mitología céltica) y este estandarte representaría al rayo.
Segun Peralta, el uso de estandartes similares se encontraba muy extendido entre los pueblos celtas y germánicos. Aporta interesantes datos como la inscripción de una estela de Rairiz de Veiga (Orense) en la que se lee: "A Bandua, dios de los vexilla, socio de Marte", o un texto de Olao Magno que habla de los pueblos germánicos de Europa Septentrional:
"Pues, con atentas súplicas y con ritual más ceremonioso, veneran un paño rojo colgado de la parte alta de un asta o pértiga, pensando que reside en el cierta virtud divina, debido al color rojizo semejante a la sangre de los animales. Igualmente porque piensan que con su contemplación van a ser más afortunados en la matanza de bestias, bebiendo su sangre..."
Efectivamente, según Duzémil el rojo es el color que los pueblos indoeuropeos antiguos relacionaban a sus deidades guerreras y uno de los epítetos atribuidos al dios cántabro de la guerra es Erudinus, formado por la raíz celta rud- que significa "rojo" y al mismo tiempo "fuerte". Peralta relaciona el uso de este tipo de estandarte a las cofradías de guerreros de tipo indoeuropeo, a las cuales dedica otro amplísimo estudio en su obra.
Por tanto, segun Peralta el "cántabrum" sería un ejemplo más de una serie de insignias militares muy extendidas por el mundo indoeuropeo y seguramente fuera utilizado por mas pueblos del norte de Hispania.
En todo caso, Montes de Neira ha popularizado la idea de que el lábaro era "el estandarte mas antiguo de la humanidad". Esta grandilocuente afirmación es, por supuesto, totalmente falsa. Se encuentran documentados estandartes sumerios, asirios y egipcios que evidentemente son mas antiguos que el labarum. Aparte de otros estandartes persas, sanmitas, celtas, romanos... pues como ya hemos dicho, el uso de este tipo de insignias era bastante común entre los pueblos de la antigüedad.
Además, en muchos casos se han dado deliberados intentos de falsificación histórica, al intentar presentar este símbolo astral en los escudos de los guerreros cántabros representados en el adverso de la Estela de Zurita y en las acuñaciones romanas, cuando en realidad no se pueden apreciar detalles de este tipo.
Tanto al Lábaro cántabro como al Lauburu vasco se les ha asignado en épocas modernas toda clase de valores simbólicos. En el caso del Lauburu por ejemplo, algunos tales como "representar los cuatro elementos de la creación: agua, tierra, aire y fuego", simbolizar a "los dos sexos", a "las energías que conforman el universo" o "la lucha de la luz frente a las tinieblas". Sin embargo, estas interpretaciones son bastante subjetivas y en muchas ocasiones no son mas que suposiciones, mas o menos acertadas, realizadas por personas de nuestra época y que responden a valores que estan hoy en día mas o menos de moda dentro de ambientes progresistas, pero que no necesariamente tendrían que estar asentados en la época.
En conclusión a todo esto, se puede afirmar lo siguiente:
1- Entre los antiguos cántabros existía un estandarte militar consistente en un pendón de tela rojo sobre el cual estaba bordado un símbolo cruciforme. Es probable que este estandarte fuera el origen del labarum romano.
2- La identificación de este símbolo con el que aparece en la estela de Zurita no está exenta de dudas.
3- No obstante, este símbolo es típico de la Cantabria Antigua y bastante característico, poseyendo sin duda algún importante valor simbólico, seguramente de tipo religioso (tal vez represente el mas allá).
4- El Lauburu vasco es una interpretación moderna del Lábaro cántabro basándose en la errónea premisa de que los antiguos cántabros eran los ancestros de los modernos vascos.
5- Este símbolo no es exclusivamente vasco, posee además un origen indoeuropeo y es mas frecuente en otras zonas penínsulares, tales como Asturias.
6- Los valores simbólicos que se suelen atribuir a las "estelas" y otros símbolos astrales de origen indoeuropero son interpretaciones modernas, carentes de base histórica. Tal vez alguna de ellas se corresponda a la realidad, pero en todo caso resulta indemostrable.