¿Qué es lo que puede unir sino algunas ocasiones de lucha y construcción? Lucha por una identidad que se sitúe a la cabeza de las nuevas tendencias de la época y no a la cola de los teatrillos de la periferia. Después: un empeño por trasladar todas las enseñanzas del pasado, todos los principios, tanto en la cotidianidad de los individuos y de la comunidad como en propuestas de ley y en ejemplos vividos de nuevas afirmaciones éticas y sociales. Voluntariado, ocupaciones de las viviendas, intervenciones reales sobre la salud y la naturaleza, etc. Y, claro, batallas por Italia, Europa y la Justicia; no vivir en ceremonias tribales y monopolizarlas, sino por compartir con los demás; en un regreso a lo abierto como antes del sesentayocho.
Volvamos a lo abierto y disputemos a quien ha intentado hacerse con él el monopolio de las luchas, sin taparnos la nariz ni temor a la comparación. Y hagámoslo como se debe y de la única manera que se puede hacer: imponiéndonos con firme dulzura y no con ostentación huraña y agresiva; a la calle se va a comunicar, recoger, crear consenso y no para asustar a los transeuntes o ajustar cuentas con el resto de protagonistas.
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