"Las democracias por lo general suelen no andar con demasiados miramientos respecto de sus propias leyes escritas. El derecho de la libre expresión de opiniones siempre solo está garantizado cuando la opinión que se sustenta públicamente concuerda con la opinión del poderosísimo gobierno y de la coalición partidaria que lo respalda. Pero si alguna vez un sujeto miserable se atreve a sustentar una opinión distinta de la cultivada y reconocida como justa por las instituciones oficiales, entonces generalmente se hace un caso omiso a la libertad de opinión y su lugar es ocupado por la coerción de las ideas y el amordazamiento de la palabra libre. Ciertamente el perseguido puede apelar a la Constitución. Pero solo una risa sardónica será la respuesta. La Constitución existe en sus derechos solo para los que la han inventado y en sus obligaciones solo para aquellos contra los cuales fue inventada."
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