Año de Nuestro Señor de 1781. La guerra continental entre los británicos y los rebeldes de las trece colonias americanas de la costa atlántica se viene ya prolongando largamente desde hace años. Las armas españolas definitivamente se habían involucrado abiertamente en la contienda y se hallaban enfrascadas en acciones contra los británicos en las costas septentrionales del golfo de México, apuntando a recuperar toda la Florida, perdida en el anterior conflicto. Tan solo era cuestión de tiempo que las operaciones bélicas se extendieran hacia el interior del gran valle del Misisipi, por el corazón del continente ignoto, siguiendo su largo curso fronterizo entre los dominios de ambas potencias, españolas al Oeste y en manos británicas al Este.
En la primavera del pasado año, el 26 de mayo, las fuerzas británicas, engrosadas con un numeroso contingente de sus aliados indios, atacaban sin éxito el puesto cabecera de nuestras posesiones de la Alta Luisiana. A pesar del fracaso en su objetivo de tomar el puesto de San Luis de los Ylinoises, las depredaciones realizadas en sus inmediaciones dejaron un luctuoso rastro de crímenes y destrucción, costando la vida a muchos de los pobladores desprevenidos que no tuvieron oportunidad de llegar a refugiarse en el interior del puesto.
Mientras corren los crudos meses de invierno, sujetos al riguroso clima continental que invade las grandes praderas de los extensos territorios del Misuri y del país de Illinoa, es cuando habría de llegar el momento del desquite.
Para finales del año anterior, D. Francisco Cruzat figuraba como nuevo Teniente Gobernador de la Alta Luisiana española, relevando a su antecesor, D. Fernando de Leyba, que tan exitosamente había defendido previamente la posición de San Luis. En esas fechas de finales de 1780, los súbditos sanluisianos abrigaban ya fundadas expectativas de poder disfrutar de la ansiada oportunidad para saquear los establecimientos ingleses y vengar oportunamente las pérdidas sufridas por las incursiones de éstos.
En el ánimo de Francisco Cruzat pesaba la amenaza de un nuevo ataque sobre San Luis para la siguiente primavera. Para las autoridades españolas en la Alta Luisiana, las razones que justificaban la empresa de tomar la iniciativa eran entonces diversas y poderosas, por lo que finalmente se autorizó y equipó una expedición de represalia como medida preventiva y disuasoria que aliviase la situación. Sería además una demostración de fuerza contra los intereses británicos y sus aliados indios, así como una futura baza diplomática a jugar en relación con las aspiraciones de soberanía sobre los territorios del país de Illinoa o Illinois, en la parte oriental del río Misisipi.
La respuesta preparada se concretaría en forma de una audaz incursión que tenía como secreto objetivo un alejado puesto norteño conocido como Fort Saint Joseph, situado sobre el río del mismo nombre, cerca de su desembocadura en la orilla sur del lago Michigan y dentro de la jurisdicción militar británica del gran distrito de Michilimackinac.
Los franceses habían fundado aquel establecimiento en 1691, construyendo un blocao y un fuerte en la orilla este del río St. Joseph, de manera que controlaba su curso navegable, que permitía remontarse unas 150 millas desde el lago. Posteriormente, este puesto fue capturado en 1761 por los británicos. En junio de 1780 el puesto contaba con 15 casas y una población de 48 mestizos franceses sujetos a la férula británica.
Considerando su situación remota y de retaguardia, supuestamente más segura, a mediados de agosto se retiraba a Michilimackinac el destacamento militar que lo guarnecía y como cautela se deportaba a sus habitantes de ascendencia francesa. Quedaba por tanto el puesto en custodia y uso exclusivo de comerciantes británicos, convertido en un importante depósito de suministros, donde se almacenaban una gran cantidad de mercancías y pertrechos, desde donde también se equipaba a las tribus indias que amenazaban las posesiones españolas. La autoridad en el puesto recaía en un antiguo oficial del ejército francés, el teniente Dagneau De Quindre, convertido en agente al servicio británico y representante entre los indios potawatomis que se asentaban en el área del citado río. El propio De Quindre había dirigido en diciembre de 1780 la persecución e intercepción de una partida de dieciséis americanos de Cahokia que habían realizado una incursión sobre Fort Saint Joseph, de los cuales sólo tres consiguieron escapar de la escaramuza final huyendo entre la espesura del bosque.
Los preparativos españoles en San Luis se desarrollaron con apremio, echando mano de los efectivos de la milicia disciplinada local, reclutas civiles militarizados que tan eficazmente se había comportado. Entre los efectivos de la fuerza expedicionaria participaría también un destacamento de indios algonquinos aliados. Persuadidos por los españoles, la nación de los Sacs (o Sauks) y sus parientes los muskwakis, (conocidos como Foxes por los británicos, o Renards, los “zorros” que les llamaban los franceses, de quienes eran enemigos declarados), habían cambiado de bando. De esta forma se redimían a sí mismos por su participación en el ataque a San Luis, acontencido en la primavera del 1780. Al parecer también se les unirían algunos pottawatomis desplazados (enfrentados tiempo atrás con los ingleses bajo el liderazgo del gran jefe Pontiac).
El 2 de Enero de 1781, el capitán Eugenio Poure, de la segunda compañía de la milicia, y el sub-teniente Charles Tayon, partían de San Luis con una fuerza combinada compuesta por sesenta y cinco milicianos voluntarios y sesenta indios. Luis Chevalier, Jr., hijo de un anciano comerciante, les acompañaba como intérprete. El contingente de patrocinio español emprendía así una intrepida expedición, aventurándose a lo largo de una larguísima travesía de 600 millas en pleno invierno, cruzando las recónditas y aún poco exploradas tierras que se extienden desde los territorios del Misuri hasta la ribera de los Grandes Lagos.
A lo largo del camino, se les incorpora un destacamento avanzado compuesto por doce hombres mandados por Juan Bautista Mailliet, que habían sido estacionados en el área del río Illinois al objeto de patrullar los territorios de la frontera.
Fue el 12 de febrero de 1781 cuando de improviso la fuerza hispana efectuaba el audaz golpe de mano y capturaba el Fuerte San José (Fort St. Joseph). Cogiendo a los residentes ingleses por total sorpresa, el pequeño ejército de Poure tomaba el puesto británico, haciendo prisioneros a todos los habitantes del mismo. El agente británico De Quindre se hallaba ausente y por su parte, los potawatomi locales prometieron permanecer neutrales a cambio de participar de una parte del botín en el consiguiente saqueo del fuerte que se produjo.
En ese mismo día se procedió a izar en el puesto la bandera española con la cruz de San Andrés, para con toda solemnidad reclamar la soberanía de la región, proclamando que todas las tierras por debajo del lago Michigan pertenecen a “su Muy Católica Majestad el Rey de España” (a la postre, en ese momento, Carlos III).
Al siguiente día, cumplido el objetivo, el pequeño ejército expedicionario inició el largo regreso hacia San Luis, que se efectuaría sin novedad. Como epílogo de este oscuro y desconocido episodio, esta expedición sería el origen de las reclamaciones territoriales españolas sobre el valle del río Illinois (también Illinoa o de los Ylinoises o Ylinueses), finalizada la guerra y en las negociaciones de los acuerdos de paz, en 1783.
El Bígaro
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