18 de marzo de 2010

De mahonesa y latinajos

Es curioso cómo incluso las modas son capaces de manipular y tergiversar la historia de la manera más grotesca e inimaginable. Toda la vida, más especialmente desde la invasión napoleónica de 1808, los españoles hemos visto cómo nuestros vecinos del norte se han apropiado de cosas en principio tan triviales como son recetas culinarias (tortilla, mahonesa, aquí incluso modificando la pronunciación y la ortografía para ocultar su claro origen balear, etc), y que, con el paso del tiempo y la ridícula sumisión y complejo de inferioridad que gastamos los hispanos acaban por asumirse sin discusión. Así, incluso una institución como es la RAE, en su diccionario, ha acabado por considerar vulgarismo a la tal “mahonesa” frente a la correcta “mayonesa”. ¿Estúpido patriotismo culinario? Es posible. Pero lo que es seguro es que por asuntos tan simples como éste, pueden comenzarse los expolios culturales más salvajes, muchísimo más graves que afanar los frisos del Partenón o poner el Obelisco en París, puesto que éstos, en última instancia, con presión diplomática (o incluso militar, suena ridículo y difícil, pero no es imposible), pueden ser restituidos. ¿Pero puede acaso restituirse una realidad cultural frente a una mentira histórica que no fue combatida por la sociedad y la historiografía perjudicadas? Algunos dirán que sí, y ello no es totalmente falso, pero lo que se puede asegurar es que el daño ya está hecho: ahí tenemos el caso de don Pelayo respecto a Asturias, y no digo más.

La hidra tergiversadora, en lugar de morir, sigue actualmente multiplicando sus cabezas, pasando de ser un patrimonio del Viejo Mundo eurasiático a un nuevo juguete en manos del incipiente mundo centro-suramericano, especialmente caribeño. “somos LATINOS”, dicen, no conociéndose con exactitud las razones que hacen que se arribe a tan pintoresca y a todas luces ligera aseveración. El desconocimiento de estos “latinos” acerca de lo que “latino” y “latinidad” significan es patente y denota una clara orfandad cultural de estos individuos y una gran ignorancia por parte de quienes acaban por creérselo. ¿Se es latino por hablar una lengua latina? Si todos empezáramos por realizarnos esta simple pregunta, la Historia se ahorraría gran cantidad de hematomas, ablaciones y laceraciones, está claro. Si no, sencillo es realizar la pregunta cambiando “latino” por “anglosajón”: ¿Se es anglosajón por hablar inglés? Tal vez Malcolm X, cuya lengua materna era la inglesa, si viviera, nos respondería sin titubear. Para empezar a comprender todo esto, deberíamos atender al origen de la palabra “latino”. Sin necesidad de acudir al diccionario o la enciclopedia, todo el mundo sabe que un latino es aquella persona originaria o habitante de la región italiana del Lacio, Lazio o Latium, cuya capital no es otra que la Ciudad Eterna. A partir de esta acepción, surgirían otras (bien fundadas) como son el ius latii (ciudadanía latina por contraposición a la romana), el “latín”, lengua de los habitantes del Lacio de la familia indoeuropea y del tronco itálico-céltico, y la cultura latina, extendida por toda la cuenca mediterránea pero sólo conservada esencialmente en el mediterráneo europeo. Cultura latina en realidad la posee la mayor parte de Europa en mayor o menor medida, pero son sólo países como España, Italia, Francia o Portugal aquéllos que la han preservado con mayor fidelidad (sin olvidar el sustrato anterior en cada uno de estos países): Derecho Romano, filosofía grecorromana, religión católica romana, lenguas provenientes directamente del latín, etc. Pues bien, en un concepto bastante amplio, podríamos considerar a estas naciones como parte de la “latinitas”, o, al menos, herederos de ésta. Incluso en un concepto aún más extensivo podríamos incluir a Rumania (país de lengua claramente neolatina, pero extremadamente eslavizado), Suiza o Bélgica (países mitad latinos, mitad germánicos). Lo que no se puede en ningún caso es generalizar hasta extremos en los que los negros caribeños, que por muy católicos y mucho castellano que hablen, sean considerados latinos cuando culturalmente distan bastantes años-luz de la realidad social sudeuropea heredada del Imperio Romano. Difícilmente podemos considerar la “salsa” o a un maya centroamericano como “latinos”, con todos mis respetos hacia ambos. Admitir ambas cosas como latinas puede llevar a paradojas tan alucinantes como que haya en nuestro país bandas de sudamericanos con nombres como “Latin Kings” que luchan por la protección (sic) de los latinos frente a los ataques racistas (sic) de los europeos. Esto es, ellos acabarían siendo los latinos y nosotros, no. Verbigracia: música pachanguera de fin de semana que invita al sexo desenfrenado y a la vagancia (de usar y tirar, en definitiva) es más latina que la ópera italiana.

Lo pseudolatino vende, retroalimentándose y reafirmándose en sus mentiras. Todos quieren apuntarse al carro, no les importa que se les considere segundones, que España o Italia sean vistas con cierta condescendencia cuando algunos artistas nacionales se presentan a esas galas musicales a su vez de segunda categoría a ojos de los anglosajones. Hasta Francia, país harto de que el resto del mundo pase de él (la grandeur anda ya algo “demodé”, señores ultrapirenaicos) ha decidido reconocer su latinidad, tras renegar durante siglos de ella, tratando de aproximarse a lo germano invocando su pasado franco, Carlomagno y los Capetos, al considerar tácitamente a sus vecinos del sur España e Italia países inferiores. Porque los germanos, a pesar de su impagable deuda para con la latinidad (alfabeto, Derecho, filosofía, miles de términos científicos…), nos han mirado –y miran- por encima del hombro…


Didacus Skandenberg

4 comentarios:

Radix dijo...

Aclarar que Radix no está de acuerdo con la última frase, pero el amigi Didacus se niega a cortar su escrito y se le respeta en su integridad.

Anónimo dijo...

Tengo que decir que desgraciadamente mi experiencia personal en Alemania (que es bastante dilatada y relativamente profunda, quiero decir, he hecho algo más que estar allí unos días de vacaciones) viene a corroborar totalmente lo expresado en la última frase del presente artículo. La experiencia de mi familia inmigrante en Alemania viene a ser parecida. Son cosas totalmente subjetivas, pero ahí están.

Respecto al ámbito germano anglosajón la cosa se pone incluso peor, y en este caso el desprecio a lo sureuropeo y más en conctreto a lo español ya tiene solera e incluso pretensión científica (véanse ciertas citas de Malthus, Darwin o Edmund Burke).

Partiendo de lo dicho y a modo personal, no veo ningún motivo por el que Didacus debiera recortarlo o no se debiera respetar la integridad de lo dicho.

Kulikovo

Radix dijo...

No es que sea verdad o no, es simplemente que no es el espíritu que se busca y que no me parece bien fomentar, y menos generalizando de esa forma, también hay gente del norte (de España) que mira por encima del hombro a la del sur, gente de ciudad que se mofa de la gente de pueblo, etc , etc. Anormales, incultos, ignorantes… hay en todas partes y si se le sigue el juego se multiplicarán. Afortunadamente gran parte de los germanos del área no solamente no muestran desprecio sino todo lo contrario.

Ejemplo, de una entrevista a la banda alemana Faustrech:
7.Bandas como HKL, Aufbruch o la vuestra han cantado en español, ¿porqué los alemanes aman España?
En mi caso hay razones personales. Me gusta mucho España, amo el lenguaje, desafortunadamente no lo hablo, amo la comida, los bellos espacios naturales, las costas y la mentalidad de la gente.
La canciones que hacemos en español fueron una clase de agradecimiento a nuestros camaradas y amigos en España por su amistad, camaradería y la hospitalidad que nos dan cada vez que vamos allí.

Portus Victoraie dijo...

Coincido con Radix plenamente, no se puede generalizar; gilipollas hay en todos los ámbitos, e incluso, en las altas esferas intelectuales. Alfred Rosenberg en su "Mito del Siglo XX" decía que el prototipo de español era Sancho Panza, y en cambio personas vinculadas al nacional-socialismo, e incluso, el propio Adolf Hitler mostró su profunda admiración a España y sus gentes.

Hay madrileños por ejemplo, que piensan que en Cantabria aún estamos ordeñando en la ciudad (loable por qué no decirlo) y que Santander está llena de vacas...

La ignorancia es la madre del atrevimiento.