La denominada Isla Grande de Chiloé, de casi 9.000 kilómetros cuadrados, y el archipiélago anexo se ubican en la parte meridional de Chile, donde comienza el rosario de islas que festonean la recortada costa chilena. Un pintoresco territorio que se caracteriza por su tradicionalmente importante actividad marítima, la fuerte religiosidad manifestada en sus peculiares iglesias de madera y los poblados de palafitos (construcciones sobre pilares en agua), que pasó a ser posesión de la Corona española a mediados del siglo XVI.
El 18 de enero de 1826 se concertó la capitulación de las fuerzas que aún defendían la soberanía de España en la isla de Chiloé, con la arriada de la bandera al día siguiente, en lo que a la postre sería el último reducto territorial español en Sudamérica. Y se producía esta capitulación más de ocho años después de la propia independencia de Chile, habiendo hecho gala de una denodada defensa y resistido sendas expediciones de conquista (1820 y 1824).
Capitulación efectuada casi coincidiendo en las fechas y escasos días antes con la del que cronológicamente sería el último baluarte español en el Cono Sur, la Fortaleza del Real Felipe en El Callao, en Perú, con la obstinada defensa del coetáneo brigadier José Ramón Rodil, frente a un numantino asedio, entre penurias, desnutrición y ataques de los sitiadores.
Este anecdótico y poco conocido episodio de Chiloé está protagonizado por la fervorosa voluntad lealista de una población isleña y la firme decisión del comandante gobernador a la cabeza: el brigadier montañés Antonio de Quintanilla.
Natural de la localidad de Pámanes, en el municipio de Liérganes, es vástago de un linaje de profunda raigambre montañesa, cuyos antepasados paternos se remontaban en varias generaciones como naturales y vecinos de dicha localidad, siendo su madre originaria de Santiago de Heras y habiendo contraído matrimonio sus padres en el vecino pueblo de San Vitores (ambas localidades de Medio Cudeyo).
Antonio de Quintanilla regresaría a España en compañía de sus hijos y de su mujer, Antonia Álvarez de Garay, natural de Chiloé, ocupando distintos cargos como autoridad de carácter militar y administrativa.
El Bígaro
El 18 de enero de 1826 se concertó la capitulación de las fuerzas que aún defendían la soberanía de España en la isla de Chiloé, con la arriada de la bandera al día siguiente, en lo que a la postre sería el último reducto territorial español en Sudamérica. Y se producía esta capitulación más de ocho años después de la propia independencia de Chile, habiendo hecho gala de una denodada defensa y resistido sendas expediciones de conquista (1820 y 1824).
Capitulación efectuada casi coincidiendo en las fechas y escasos días antes con la del que cronológicamente sería el último baluarte español en el Cono Sur, la Fortaleza del Real Felipe en El Callao, en Perú, con la obstinada defensa del coetáneo brigadier José Ramón Rodil, frente a un numantino asedio, entre penurias, desnutrición y ataques de los sitiadores.
Este anecdótico y poco conocido episodio de Chiloé está protagonizado por la fervorosa voluntad lealista de una población isleña y la firme decisión del comandante gobernador a la cabeza: el brigadier montañés Antonio de Quintanilla.
Natural de la localidad de Pámanes, en el municipio de Liérganes, es vástago de un linaje de profunda raigambre montañesa, cuyos antepasados paternos se remontaban en varias generaciones como naturales y vecinos de dicha localidad, siendo su madre originaria de Santiago de Heras y habiendo contraído matrimonio sus padres en el vecino pueblo de San Vitores (ambas localidades de Medio Cudeyo).
Antonio de Quintanilla regresaría a España en compañía de sus hijos y de su mujer, Antonia Álvarez de Garay, natural de Chiloé, ocupando distintos cargos como autoridad de carácter militar y administrativa.
El Bígaro
1 comentario:
Estimado:
¿De dónde obtuvo el retrato del brigadier Quintanilla?
De antemando agradecido, le saluda cordialmente,
HERNAN LATORRE
República de Chile
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