12 de agosto de 2009

Algunas revelaciones del caso del bebe fallecido Rayan


La polémica suscitada por el reciente fallecimiento del bebé marroquí Rayan en el hospital madrileño Gregorio Marañón, fruto de un trágico error de la atención sanitaria, ha derivado en un turbio conflicto de acusaciones, que por el momento ha servido para inculpar a una joven enfermera española, como responsable última del caso y a la que se le ha endosado el peso del asunto, y por otro lado ha puesto en pie de guerra al personal de enfermería, enfrentado con los gestores administrativos.

Rememorando brevemente el caso, es preciso recordar que el bebé fallecido era fruto del parto prematuro provocado a la madre, una marroquí que tenía por nombre Dalila, que padecía los síntomas de la epidemia de gripe A y que escasos días después fallecería víctima de la misma, uno de las primeras acontecidas en España hasta el momento. A las pocas semanas, el neonato fallecía igualmente como consecuencia de un despiste en la atención al mismo.

Tal como ha sido enfocado en general por los medios, en claro ejercicio de su habitual fulanismo político y dramatización moralista progre, se ha hurtado a la población una serie de informaciones relevantes sobre este caso.

En primer lugar, se ha dicho simplemente que el bebé, que obviamente estaba sometido a cuidados intensivos, falleció al ser alimentado por vía intravenosa cuando la disolución aplicada debía haberlo sido a través de la sonda nasogástrica. Aparentemente y expuesto de esta manera, esto parece un error de bulto, y estaríamos ante un caso de auténtica incompetencia, más allá de la mera negligencia sanitaria, como si el personal facultativo fuese más parecido a un fontanero haciendo de cirujano, que confunde las vías de aplicación (oral o en vena) y el instrumental médico.

Pero es ahora preciso desvelar detalles de la realidad que nosotros poseemos de primera mano.

En estos casos, y este no es excepción, los bebés permanecen dentro de una incubadora totalmente aislados, encontrándose los mismos totalmente entubados con numerosas vías aplicadas en distintas partes del cuerpo, con dichos conductos prolongándose saliendo al exterior de la incubadora, de forma que en su mayor parte los cuidados y atenciones aplicados al neonato se realizan sin perturbar ni establecer contacto con el mismo. Por las características del instrumental y la tipología de los sueros y disoluciones suministradas, las mismas no permiten a simple vista diferenciar unas de otras, por lo que habitualmente no es frecuente, pero tampoco excepcional, que puntualmente pudiese cometerse una confusión, que para más casualidad ha resultado letal. Es decir, al bebé no se le aplicó en vena un engrudo de papilla para lactante que debía ser por vía oral, que es lo que aparentemente se desprende de las escuetas informaciones difundidas.

Expuesto de esta manera, conociendo más de los detalles del procedimiento, el error cometido ya no resulta tan “grueso”, como de Pepe Gotera y Otilio, sin que por ello sea menos riguroso afirmar que hubiese un evidente error. Y no es menos cierto que la gran trascendencia mediática del asunto se debe, en buena medida, a que la atención estaba aún focalizada en las circunstancias del caso de la madre infectada con gripe A.

Por otra parte, con el fatal descuido cometido parece como si se hubiese producido una falta de atención al bebé. Por las informaciones aparecidas, se conoce que la enfermera jefe responsable hubo de ausentarse para atender un caso urgente, dejándolo provisionalmente al cuidado de una joven enfermera novel, que ha resultado la otra trágica víctima del caso, marcada de por vida. Esta circunstancia no es un hecho extraño dados los niveles de demanda a que se encuentran sometidos nuestros servicios sanitarios. Porque habría que recordar, y en eso este caso ha servido para poner el tema en el candelero, la saturación de nuestros servicios sanitarios, colapsados entre otras causas por la afluencia indiscriminada de extranjeros y el uso abusivo que estos hacen de estos servicios, desde los seniles extranjeros europeos del turismo sanitario hasta la masa de inmigrantes resabidos, que exprimen las oportunidades que les brinda nuestro sistema gratuito universalizado. (Ojo, estos nos iban a pagar la pensión, según el razonamiento preclaro de algunas mentes privilegiadas).

Un sistema sanitario, que en el caso de Madrid, se financia y consume los medios económicos costeados por los impuestos de la ciudadanía, fondos que luego, entre otras cosas, son escatimados por los presupuestos que le niega Rodríguez Zapatero, cuyos responsables del ministerio de sanidad parecen haberse ido de rositas, dejando el marrón de la supuesta precariedad de medios a la administración autonómica madrileña.

Es preciso también denunciar el cinismo general. Por de pronto habría que recordar que la madre marroquí fallecida ha contado de forma altruista y absolutamente filantrópica con asistencia sanitaria proporcionada por el estado español y financiado por los ciudadanos españoles, incluyendo la intervención quirúrgica para la extracción prematura del bebé que estaba gestando, con el fin de salvar al mismo. Bastante más de lo que se podría esperar como contrapartida del sultanato marroquí en su país de origen.

En segundo lugar, mencionar que mientras duró la escasa vida del bebé, no se ha hecho eco de que nadie de la familia se dignase a agradecer la generosa atención gratuita proporcionada, tal vez por que consideran que así debe ser, y que nosotros cual lacayos debemos asumirlo como tal, so pena de ver expurgar nuestras conciencias azotadas por iñakones en púlpitos mediáticos, oenegeros profesionales subvencionados y cancerberos prisaicos.

Lo cierto es que ahora aparece el padre y marido de la criatura, que al parecer andaba por Marruecos mientras su mujer encinta se buscaba la vida por España, exhibiendo grandes muestras de dolor e indignación, exigiendo responsabilidades entre el clamor solidario de los corifeos mediáticos, tan útiles en la búsqueda de resarcimientos y compensaciones económicas.

Cuánta hipocresía y cuánto fariseísmo derramado entre fatua y efímera indignación.

El Bígaro

1 comentario:

Ramiro Semper dijo...

Lo más nauseabundo de todo esto es saber que si la víctima de la presunta negligencia hubiera sido un niño español, no hubiera causado ni la mitad de ruido mediático que ha provocado la muerte del morito.