3 de enero de 2009

El Ayuntamiento de Santander (PP) se suma a la conjura igualitaria.


Aprovechamos para incluir un magistral texto de Laureano Luna de hace ya algunos años sobre el asunto.

La clave ideológica del futuro (la arquitectura ideológica del igualitarismo)

La Modernidad desde Descartes concibe al ser como substancia. La substancia es lo que en un ser permanece idéntico a sí mismo por debajo de todos los cambios que ese ser pueda sufrir sin que lo destruyan. La substancia es distinta de todas sus determinaciones, puesto que ningún cambio en ninguna de ellas altera su identidad. La substancia es, por tanto, la indeterminación pura.


La substancia del mundo físico es la masa abstracta. La reducción del ser del mundo natural a masa abstracta da lugar a la moderna física matemática, en la que la materia pierde todas sus cualidades sensibles y se convierte en una mera cantidad. Este cambio en la concepción de la Naturaleza tiene lugar en el siglo XVII por obra de Galileo, Descartes, Newton, Laplace y otros.

La substancia del ser humano en cuanto ser consciente es su yo. El yo, en cuanto substancia, es distinto de todos sus accidentes. Es decir, es un yo puro. Este cambio en la concepción de la naturaleza del ser humano se realiza en el siglo XVIII y es obra de la Ilustración.

Un yo puro no tiene ninguna determinación empírica o sensible, ni de origen biológico (raza, sexo, edad…) ni de origen social o cultural (clase, nacionalidad, religión…). Un yo puro tiene sólo dos atributos: pensamiento y voluntad, el yo pienso de Descartes más el yo quiero de Kant.

Los yoes puros son todos iguales, puesto que carecen de determinaciones que pudieran diferenciarlo. Además forman un sistema cerrado, puesto que, al carecer de cualidades finitas o naturales que puedan hacerles formar parte de cualquier otro sistema, no forman parte de la Naturaleza ni de ninguna otra esfera del ser.

Sobre la base de esta concepción del hombre, la Modernidad entiende que la ética no tiene más misión que que realizar la igualdad o la simetría entre esos yoes puros.

La primera formulación técnica de esta ética es probablemente el formalismo ético de Kant, articulado sobre el famoso imperativo categórico, que en su primera versión reza:

actúa de acuerdo con una norma tal que puedas desear que todos los demás actúen siguiendo esa misma regla

Es evidente que esta regla se limita a instaurar la perfecta simetría entre los agentes morales, de tal manera que todos encajen en una estructura coherente. Es decir, se limita a buscar la coherencia en la pura simetría. No tiene más contenido. Es importante darse cuenta de que el imperativo kantiano no implica él mismo una ética de la pura simetría. Lo que implica tal cosa es el contexto en el que Kant lo coloca, a saber, la pretensión de que ese imperativo es completo, esto es, dice todo lo que hay que decir sobre ética.

En ese contexto el imperativo categórico kantiano equivale a la máxima:

(1) La libertad de cada uno sólo está limitada por la libertad idéntica de todos los demás.


Es decir, un yo sólo está limitado por otro yo y de tal manera que todos los yoes sean iguales. Así, el yo puro se convierte en libre, igual y supremo. Esto último porque nada hay por encima de los yoes que pueda limitarlos: ni Dios, ni la Naturaleza, ni la sociedad.

Conviene señalar que (1) se presenta como una verdad de la pura razón,es decir, como una verdad que no necesita información científica o empírica. Esta es la ética de la Modernidad y la Globalización. Este es el legado último de la Ilustración y la esencia de lo políticamente correcto.

La clave ideológica del futuro, la cuestión que va a delimitar esencialmente los bandos a nivel ideológico es ésta:

¿es (1) suficiente para la gestión racional de todo aquello que la ética tiene que gestionar?

En contra de lo que la Modernidad pretende, la respuesta es obvia: no.

Consideremos primero que (1) no consigue determinar suficientemente lo que se debe y lo que no se debe. Sean A y B dos agentes morales; entonces el ámbito de libertad de A está determinado sólo por el ámbito de libertad de B, que, a su vez, está determinado por el ámbito de libertad de A, y por la condición de que ambos ámbitos sean simétricos. Es como un teselado que sólo tiene como condición que todas las teselas sean iguales. Es evidente que hay varias formas de teselar así: con cuadrados, con hexágonos, con rombos. Hay muchos modos incompatibles entre sí de organizar las relaciones humanas que, sin embargo, resultan compatibles con (1). Por ejemplo, todo el mundo podría tener derecho a ir desnudo por la calle o todos podrían carecer de ese derecho. Para decidir entre estas alternativas son necesarias consideraciones que no están en (1). Esto nos indica una primera deficiencia lógica.

Esto implica que (1) no puede constituir un código moral a la vez correcto y completo; por tanto, no puede gestionar todo lo que la ética tiene que gestionar.

Pongamos ejemplos más significativos. Es perfectamente compatible con (1) que todo el mundo tenga derecho a suicidarse cuando lo desee o a no reproducirse. Ahora bien, si todos hiciesen simultáneamente uso de cualquiera de esos supuestos derechos la humanidad desaparecería, lo que sin duda es un mal moral de proporciones gigantescas. Pero curiosamente, según la ética de la Modernidad, ese mal se habría producido sin que nadie hubiese actuado éticamente mal, porque nadie habría violado (1). Esto deja claro que (1) no es un imperativo moral suficiente.

Resulta que los seres humanos no somos yoes puros, sino seres dotados de cuerpo y mente y afectados por circunstancias históricas y sociales. Y la ética tiene que gestionar también todas esas determinaciones empíricas del ser humano -físicas, mentales, sociales…- que evidencian que no es un yo puro. La ética tiene que hacerse cargo de la gestión de todos los hechos que puedan ser importantes para la vida humana; por ejemplo, las determinaciones sexuales, raciales, ecológicas, sociales, nacionales, culturales etc. del ser humano.

Esto puede resumirse así:

(2) La normativa ética tiene que asegurar las condiciones reales de posibilidad de la vida humana civilizada

Lo importante es que cuáles son estas condiciones sólo puede saberse mediante la ciencia empírica (la antropología, la sociología, la economía, la psicología, la biología…). Por ejemplo, y para ir directos al grano, la ciencia empírica podría sugerir que para la supervivencia y el progreso de la vida humana civilizada es conveniente que la mujer dedique más tiempo a tener y criar hijos, o que debe evitarse la mezcla racial masiva, o que debe controlarse el ritmo de crecimiento económico … o todo lo contrario. Si es así o al contrario no es la cuestión ahora. Ahora planteamos la cuestión previa y crucial de si (1) es o no suficiente para configurar la totalidad de la ética.

Lo importante es que la Modernidad -y su proyecto político, la Globalización- se niegan a considerar estos asuntos e insisten en que (1) dice todo lo que hay que decir sobre normatividad moral y social. De esta manera, nuestro mundo desatiende el cuidado de las condiciones reales de posibilidad de la vida humana civilizada. Y esta desatención puede estar poniendo en peligro el futuro.

La toma de posición en esta cuestión previa es la clave para determinar en qué bando ideológico se va a estar en el futuro: en la aceptación sin crítica del viejo esquema de la Ilustración o en la búsqueda de una nueva normatividad moral y social que asegure el futuro.

La Globalización -que tiene a (1) como fundamento ético último- y los intereses que la impulsan representan un bando ideológico.

Quienes pensamos que (1) no constituye una normatividad suficiente, quienes nos comprometemos con el futuro real de la humanidad y exigimos información verdaderamente científica para la gestión de la sociedad, representamos el otro bando ideológico.

Un bando al que le resulta difícil no ser políticamente incorrecto.

Laureano Luna

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