*Contiene spoilers, aparece destripada gran parte de la película.
Blow es una película Made in Hollywood dirigida en 2001 por el ya fallecido Ted Demme que narra las peripecias de George Jung, uno de los primeros narcotraficantes a gran escala en Estados Unidos interpretado por Johnny Depp, sus peripecias en lo viajes para conseguir marihuana o cocaína, sus juergas con sus colegas traficantes (uno de ellos interpretado Jordi Moyà y otro por el gordo de Amercian History X), sus diferentes amoríos (uno de ellos interpretado por Penélope Cruz), sus estancias en la cárcel, lo que cabía esperar, vamos, la película está bien dirigida, con buen ritmo, funciona bien y las críticas fueron bastante buenas.
Hasta ahí todo normal, de nada por la recomendación, pero lo que nos ha hecho traerla aquí es el tratamiento del personaje principal y de las drogas en general que se hace en la película, si se analiza un poco en profundidad te das cuenta de que en realidad es un simplemente un homenaje a un señor que lo único destacable que ha hecho en su triste vida es colocar grandes cantidades de droga en cortos espacios de tiempo, es decir, un narcotraficante de alto standing con el que cualquiera que ve la película se ve cuasiobligado a empalizar.
¿Y cómo se consigue que el espectador acabe por tener a semejante criminal como un buen tipo?
Primero, lo de basado en hechos reales en una película sobre un traficante ya es para empezar a echarse a temblar, con esa pequeña licencia ya incitas al público a creer que absolutamente todo lo que aparece por la pantalla es real, cuando en realidad caracterizar y saber pequeños detalles que aparecen reflejados en la película son reales es prácticamente imposible, a no ser que se los haya contado el propio narco a los guionistas para que, con un poco de ingenio y dándole unas cuantas vueltas satisfaga tanto a los que quieren venderla como a él, que necesita auto-justificarse y quedar como un héroe de película para la posteridad.
Desde el principio se muestra a su padre como un currante nato que trabaja 14 horas al día los 7 días de la semana, a pesar de eso, acaba por arruinarse, el joven George se promete que nunca sería como su padre. Mensajito implícito: “Trabajar es para perdedores”.
Le pillan con marihuana y en el juicio le da un discursito a la jueza, “…no he hecho nada ilegal, he cruzado una línea imaginaria con un montón de plantas…” la jueza se ríe un poco con él, 20.000 dólares y volver a las andadas. Poco después le vuelven a pillar con varios kilos de marihuana y va a la cárcel, pero la cárcel no es como la del resto de las pelis (imagino que una cárcel americana a principios de los 70 no sería ninguna broma) pero en este caso la cárcel es como una especie de internado bien limpito en el que hace amigos, pues el resto de presos son buena gente y se dedica a mejorar en sus técnicas delictivas con otros de su calaña. En un par de años fuera otra vez.
Un amigo de la carcel le presenta a Pablo Escobar, gran capo colombiano de la droga y empieza a hacer dinero en grandes cantidades, grandes mansiones, coches de lujo, fiestas impresionantes… (un caramelito para cualquier hijo de la LOGSE con pretensiones) llega un momento en el que el prota llega a decir en voz en off con tono orgulloso”Nosotros inventamos el mercado, de hecho, si ustedes esnifaron cocaína a finales de los 70, hay un 85% de probabilidades de que la suministrásemos nosotros” es decir, se justifica en todo momento al responsable de envenenar gran parte de un país y de romper miles de familias.
Pero todo lo bueno se acaba y llega el momento en el que uno de sus antiguos colegas le traiciona y le roba sus contactos, una vez más el director, que en ningún momento le muestra utilizando armas o en actitud agresiva (seguimos hablando de uno de los mayores traficantes que ha habido en la historia) intenta y consigue hacer que el espectador sienta pena porque otro traficante le haya robado parte de su cuota de mercado. El banco en el que blanqueaba el dinero en Panamá se nacionaliza y pierde toda la pasta y para colmo de males le da un achuchoncillo, pero claro, el mismo dice que llega a meterse en una hora lo que otros consumidores normales consumen en semanas, todo un héroe, y encima vive para contarlo.
Después de todo y tras mucho pensarlo, ya que parecía haberlo dejado todo, vuelve al negocio con otro de los colegas que salían al principio de la peli cuando traficaba con marihuana, parece que el golpe ha salido bien casualmente justo en el último momento antes de acabar la peli, le dice a sus compinches que es su último trabajo, que va a dedicarse a cuidar a su hija y para rematarlo, les sube el sueldo un 15% (como para no adorarle al chico), pero estos resultan ser policías y le pillan de nuevo, hasta a ellos mismos les pesa detenerle por lo “buena gente” que era. Hoy el verdadero traficante en el que se inspira la película sigue en la cárcel, pero el mensaje final de la película no es el típico que se puede esperar para un hombre así, eres malo y pasarás el resto de tus días entre rejas, una voz en off se pregunta si ha merecido la pena, como no va a merecer la pena, "... si ha tenido más momentos intensos que los que por derecho le corresponderían y para muchos la vida les pasa de largo mientras hacen grandes planes que no llegan a cumplir...". ¡A traficar todo el mundo! (es broma, ehh).
Y bueno, todo este rollazo para poder hacernos a la idea del poder de persuasión que puede llegar a tener el cine, capaz de transformar en criminales a verdaderos hombres de honor y convertir en un ejemplo de éxito y modelo a seguir a auténticos criminales. Una muestra más del mundo enfermo en el que nos ha tocado vivir.
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