Laredo
Fue un arrogante pueblo de la gran raza ibera
Que en pasadas centurias logró timbres gloriosos:
En otra edad la fama sus hechos portentosos
Llevó hasta los confines de la terráquea esfera.
Cuna y solar fue un día su marina ribera
De campeones insignes, bizarros y hazañosos
Que, en lides memorables, plantaron victoriosos
En regiones ignotas triunfante la bandera.
Un tiempo de sus aguas hacia tierras remotas
Partieron las veleras y poderosas flotas,
La enseña de Castilla en lo alto enarbolada.
Desiertos hoy se miran los luengos arenales
que hollaron con sus plantas las comitivas reales:
¡Ya los regios navíos no surcan su ensenada!
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