19 de enero de 2010

Rusia, Eurosiberia y los problemas de la identidad rusa (I de III)

Rusia viene recibiendo una atención creciente en los últimos años. Tras el derrumbe de la Unión Soviética y el traumático fin de la era comunista el gigante eurosiberiano vuelve a recomponerse y a hacer valer su peso en el escenario mundial. Los gobiernos de Europa Occidental, necesitados del petróleo y del gas ruso tienden puentes al gobierno bicéfalo de Vladimir Putin y Dimitri Medvedev. Por su parte, Estados Unidos se debate entre su rechazo a ver levantarse de nuevo a una potencia regional fuerte que pueda molestar a sus intereses y su necesidad de contar con la cooperación rusa en el escenario centroasiático, más concretamente, en Afganistán.

Movidos por otro tipo de valores más allá de los económicos o de las conveniencias estratégicas circunstanciales, los movimientos identitarios y social patriotas europeos han puesto sus esperanzas en el resurgir del gran estado Rus y (dada la debilidad de Rusia o los países de Europa Occidental individualmente) en la articulación de un gran bloque que reúna a todos los pueblos europeos en un espacio independiente, autónomo, autosuficiente y con capacidad defensiva y tecnológica capaz de garantizar la paz, la prosperidad y la pervivencia de sus rasgos étnicos y culturales fundamentales. Este gran bloque recibe el nombre de Eurosiberia.

A menudo, los partidarios de este gran eje eurosiberiano hemos visto en Rusia además de una potencia capaz de hacer contrapeso a la hegemonía mundial de EE.UU., una reserva demográfica, espiritual y cultural de gran calado para Europa, pero ¿en qué medida es esto cierto?

Si uno lee un poco acerca de Rusia y tiene la oportunidad de visitar de forma más o menos profunda el país, se dará cuenta que el monolítico y unificador nombre de Rusia que salta todos los días en los titulares de prensa o el telediario, no es más que un convencionalismo bajo el cual se esconde una compleja y rica realidad muy distante de los tópicos uniformadores.

I. Rusia sigue siendo un imperio

Ante todo, al lector de esta entrada debe quedarle clara la siguiente idea: Rusia sigue siendo un imperio. Al decir esto, no trato de resaltar la idea de fortaleza que evoca la palabra “imperio”, sino el hecho de la existencia de una pluralidad de pueblos e identidades bajo un gobierno común controlado por representantes de la etnia mayoritaria rusa. A finales de los 80, la Unión Soviética reunía a una amalgama de pueblos y nacionalidades tal que el volumen de rusos no era superior al 50% de la población. Tras la caída de la URSS y la independencia de los antiguos pueblos bajo dominio de la hoz y el martillo, uno podría pensar que Rusia se había convertido en un estado-nación sin mayor diversidad en su interior, pero no es así. Los rusos son el grupo étnico mayoritario y dominante dentro de la nueva federación (79% de la población), pero conviven con otros muchos pueblos arraigados milenariamente en la zona. Simplificando mucho las cosas, señalaremos tres de los grupos étnicos minoritarios más importantes:

1- Los pueblos túrquicos de la Federación encuentran su grupo más numeroso y representativo en los tártaros, concentrados mayoritariamente en la república de Tartaristán, cuya capital en la importante ciudad de Kazán, a orillas del Volga. Suponen un 4% de la población rusa. Su religión es musulmana y sus rasgos faciales son enormemente diversos dada la larga mezcla histórica que han llevado entre mongoles, pueblos túrquicos y finalmente eslavos. Otro pueblo túrquico y musulmán de peso en la Rusia actual son los Bashkires, vecinos de los tártaros. Históricamente estos pueblos han tenido largas luchas y conflictos con los eslavos y dada su personalidad histórica tan diferenciada con los rusos étnicos, mantienen un sentimiento de identidad propio y un orgullo elevadamente altos.

2- De entre los pueblos mongoloides destacan los buriatos, de religión budista y con lengua y república propia entre Mongolia y el Lago Baikal. Los Kalmukos son otro pueblo de origen mongol y también budista, pero instalado a orillas del Mar Negro, en la esteparia república de Kalmukia, dentro de la Rusia europea. Ambos pueblos se han mostrado absolutamente poco conflictivos o rebeldes y se encuentran cómodamente integrados en la federación. Sin embargo, su parentesco con otros pueblos orientales y su cultura tradicional difiere enormemente de la rusa eslava.

En un tren entre Yekaterimburgo e Irtkusk tuve la ocasión de conocer a una chica Buriata. Como el trayecto duraba tres días pude hablar mucho con ella y conocerla bastante. A diferencia de las personas rusas con las que hablé, en vez de ir a vivir a Moscú quería trabajar en Ulan-Bator. Saltaba a la vista que disfrutaba mil veces más de la compañía de otros buriatos que de la de los rusos y su móvil estaba lleno de canciones de los últimos “hits” chinos, coreanos y japoneses (mientras que el móvil de la gente rusa acostumbraba a presentar una mezcla entre grupos americanos u occidentales y raperos rusos bastante horteras). No obstante, por lo que pude ver, la convivencia entre rusos y buriatos es del todo buena y natural. Una última curiosidad: Lenin tenía sangre kalmuka por parte de su padre.

3- Sobre los pueblos caucásicos podrían correr toneladas de tinta, pero no es el caso aburrir al personal. Resumiremos diciendo que el Cáucaso es un impresionante avispero de una enorme diversidad de nacionalidades (con muy malas relaciones entre sí) en del cual Rusia es árbitro y gendarme directo. Osetios, inguses, daguestanís, kabardinos y sobretodo chechenos contribuyen a formar una mezcla explosiva y un ambiente de tensión absoluto. No hace falta decir que los chechenos (musulmanes sunnies) son el grupo más numeroso de entre todos ellos y el más belicoso.

A diferencia de lo que ocurre en otros países de Europa, los rusos han sabido diferenciar entre lo que es un ruso y lo que es una persona con ciudadanía rusa. Un ruso (o russkii) sólo lo será aquel que pertenece al grupo étnico ruso. Las personas pertenecientes a otros grupos étnicos con ciudadanía o pasaporte ruso son llamadas “rossiianin”, algo traducible como “rusificados” o “arusados”. Se evita así la extraña situación por la cual se llama francés, alemán o español a personas que no tienen de tal más que el pasaporte, procedan de Senegal, Turquía o Perú.


¿Cómo reunir a estos pueblos tan diferenciados entre sí en un proyecto común y como hacer que se sientan integrados y cómodos compartiendo gobierno y espacio con la mayoría rusa dadas las grandes diferencias culturales entre las partes? La respuesta no debe ser fácil contando con que Stalin, georgiano de nacimiento, optó en la mayoría de los casos por el Gulag y el exterminio físico o cultural. La Unión Soviética y su obsesión por erradicar la identidad tradicional de los pueblos y las creencias religiosas sustituyendo todo por la pretendida lucha de clases y la nueva religión marxista pudo congelar (con brutales niveles de represión) pero nunca eliminar esta problemática, de forma que la Rusia actual se ve obligada a lidiar con la situación.

La Federación Rusia ha tratado de separar religión y gobierno, lo personal y las políticas racionales estatales (el Dominium y el Imperium que diría Jean Thiriart), posicionándose como un estado secular que de cabida a todas las religiones y nacionalidades que se encuentren en su seno tratando de mantener una independencia con las mismas. El resultado es que la religión musulmana y el budismo gozan de un nivel de oficialidad en Rusia tan alto como el de la religión cristiano-ortodoxa, del mismo modo que un ruso es tan ciudadano de la federación como un tártaro o un pseudoesquimal chukchi (por cierto, que Roman Abramovich fue gobernador de la región de Chukotka). Es por todo esto que si uno camina por las calles de San Petersburgo o Moscú no debe extrañarse si encuentra una enorme mezquita en sus calles. En Rusia existen entre 15 y 20 millones de musulmanes nativos y practicantes.

Pese a las simpatías de Vladimir Putin hacia la Iglesia Ortodoxa, tras el referéndum de los minaretes en Suiza a nadie debería asombrarse de que la prensa rusa y el gobierno de Moscú alertaran sobre la xenofobia en Europa de la misma forma que lo hizo la prensa y los gobiernos de los países de la Unión Europea: el pragmatismo y el sentido común aconsejan que si se desea mantener el dominio de las repúblicas musulmanas y asegurar la convivencia de todas las partes en la federación, el respeto a las creencias tradicionales de sus ciudadanos no debe tener dobleces. Nadie debería esperar que ningún gobierno ruso que desee seguir manteniendo las fronteras actuales de la Federación les apoye en cruzadas contra el Islam. La diferencia es que en Europa Occidental el Islam es importado, de componente árabe y a menudo agresivo tanto en sus aspiraciones sociales como territoriales, mientras que en Rusia es nativo y de carácter túrquico y secularizado.

Las prácticas musulmanas moderadas que profesaban los pueblos musulmanes túrquicos de Rusia han podido convivir con las formas de vida de la población no musulmana mayoritaria de forma más o menos satisfactoria. Sin embargo dos tendencias hacen peligrar este modelo:

1- La infiltración del islamismo radical en Chechenia y la creciente tensión entre Europa y el mundo islámico que tenderá a arrastrar en la espiral de conflictos al gobierno ruso y a la población de diferentes creencias, amenazando con poner en entredicho la neutralidad del primero y la convivencia de los segundos.

2- Las fuertes y crecientes migraciones dentro de Rusia que ponen en contacto población de diversas etnias y creencias religiosas en los grandes centros neurálgicos de Moscú y San Petersburgo en los cuales, a pesar de la diversidad del país, la población eslava no estaba a convivir con volúmenes de población significativos de creencias o sustratos étnicos diferentes, potenciando el surgimiento de nuevos conflictos.

Puede que no sea posible predecir el desarrollo futuro de estas dos líneas de tensión, pero es del todo seguro que el gobierno ruso pondrá todos sus esfuerzos en conciliar las diferentes etnias, nacionalidades y creencias religiosas de su imperio con el objetivo de garantizar la integridad territorial de la Federación (sin que ello sea inconveniente para plantar cara al fundamentalismo islámico que pretenda infiltrarse en su territorio). Dado que Rusia no cederá en lo que respecta a su política respecto a las minorías nacionales, el partidario de un gran eje eurosiberiano debe plantearse como inevitable (aunque sea como hecho de excepción) la presencia de pleno derecho de otras etnias y religiones dentro del gran bloque eurosiberiano si es que realmente desea el mismo.

Kulikovo

3 comentarios:

Portus Victoriae dijo...

Muy buen texto, sobre todo, para que mucha gente que sólo ha conocido Rusia gracias a los medios de comunicación (es decir, que realmente no conoce nada) pueda profundizar un poco en la cultura rusa.

De todas formas, discrepo contigo (eurosiberiano, por excelencia) en que para formar un concepto como el que defiende Thiriart (una Europa desde Dublín a Vladivostock) haya que juntarse e incluso, rendirse, a etnias que nada tienen que ver con los pueblos europeos (identitariamente hablando, claro).

De todas formas (mi cultura rusa es más bien escasa), me gustaría saber cuándo, cómo y por qué se asentaron estos pueblos "rossianiin" en suelo ruso. ¿Migraciones desde Turquía, Mongolia, etc.?

Anónimo dijo...

Hola Portus. En primer lugar gracias por leer la primera parte de esta serie de artículos sobre Rusia y por plantear tu opinión.

Mi idea (o al menos la que quería transmitir) no es la de plegamiento o rendición ante estas minorías (sería una estupidez innecesaria), sino la de la conveniencia de un respeto a su existencia en el seno de ese gran bloque Eurosiberiano (como hecho excepcional). "Juntarse" con ellos dentro de un mismo bloque es inevitable a no ser que quieras pasarlos a todos por la achicharradora, meterlos en una reserva como a los indios o llevarlos al Gulag, y me parece que eso no es moral ni necesario. La otra alternativa es crear una república tártara y bashkir en mitad del Volga, y eso tampoco parece deseable, más aún cuando el gas que nutre Europa pasa por ahí en medio.

En realidad la idea del respeto fundamental sólo es nueva para los europeos occidentales: Entre otros muchos, Piotr Wrangel (principal líder del Ejército Blanco) ya defendió y practicó con buenos resultados el respeto de la autoridad a los fieles de cualquier confesión en el Imperio Ruso. La Rusia actual lo hace y le ha dado buenos resultados a excepción de Chechenia debido a la infiltración del wahabismo saudita en una comunidad pobre y nacionalista. (Wangrel y la Rusia actual son sólo dos ejemplos entre miles nada sospechosos de rojerío o buenismo zapateril sino más bien de voluntad imperial).

La estepa rusa y la enorme Siberia siempre ha sido un crisol de pueblos con gran movilidad geográfica entre los cuales las fronteras eran difusas y cambiantes. La realidad es que los "rossianiin" nunca se asentaron en suelo ruso, sino que fueron los rusos quienes, partiendo de su núcleo europeo se expandieron avanzando y conquistando su particular "Far East"(equivalente al Far West americano pero con cosacos en vez de el séptimo de caballería). En su avance encontraban a pueblos nativos asentados desde hace tiempo en esos territorios a los cuales finalmente doblegaban, en vez de comanches o mohicanos estos se llamaban buriatos, komis, chukchis, bashkires, Golds (como el famoso Dersu Uzala), kalmukos, yakutos, chuvasios (búlgaros túrquicos)... hay miles de ejemplos. Algunos de estos pueblos como los “Tatar” de Kazán eran viejos enemigos. Por cierto, los turcos llegaron a Anatolia provenientes de Asia Central, no viceversa (es importante tener esto claro).

El volumen de estos pueblos es escaso, está integrado y comprometido con la Federación Rusa (a excepción de excepción del Caúcaso) y a mi modo de ver son perfectamente asumibles en un proyecto Eurosiberiano tal y como demuestra la experiencia imperial y federal rusa. Si su presencia molesta y no se quiere nada con ellos casi mejor olvidarse de grandes bloques que meter a ningún pueblo nativo en reservas estilo “yanqui” o empezar a crear repúblicas en medio de Rusia y en la vía de paso del gas y el petróleo que nutre a Europa.

Kulikovo

Rodolfo Plata dijo...

ISLAMISMO Y JUDAÍSMO SON AFLUENTES DE LA MISMA LETRINA QUE IMPONE POR LA FUERZA LO QUE NO ACEPTA LA RAZÓN NI EL SENTIDO COMÚN. Y para derrotarlos solo es necesario actualizar el cristianismo de tal modo que se pueda vivir y practicar, no en y desde lo religioso y lo sagrado, sino en y desde el humanismo secular, la pluralidad y el sincretismo. Enmarcándolo en la doctrina y la teoría de la trascendencia humana, conceptualizada por la sabiduría védica, instruida por Buda e ilustrada por Cristo; la cual concuerda con los planteamientos de la filosofía clásica y moderna, y las conclusiones comparables de la ciencia: (psicología, psicoterapia, logoterápia, desarrollo humano, etc.). Sincretismo religioso expresado por Raimon Panikkar fruto de sus frecuentes viajes a la India: «Me marché cristiano, me descubrí hindú y regresé budista, sin haber dejado de ser cristiano». http://www.scribd.com/doc/42618497/Imperativos-Que-Justifican-y-Exigen-Urgentemente-Un-Nuevo-Enfoque-Del-Cristianismo