20 de enero de 2010

Rusia, Eurosiberia y los problemas de la identidad rusa (II de III)


II. Rusia: un país de inmigración

Recuerdo como hace unos años un joven amigo y camarada me comentaba una historia anecdótica sobre las impresiones de Guillaume Faye (creo recordar que era él) en una de sus visitas a Moscú. Guillaume Faye estaba encantado de observar una ciudad llena de gente eslava, sin inmigración ni el ambiente multirracial que se respira en cualquier capital francesa. De repente, ¡milagro! una persona negra aparece por la calle ante lo cual Guillaume Faye comenta con ironía “debe ser de ser francés” y en efecto: al preguntar al tipo sobre su procedencia resultó ser francés.

Desconozco en que año ocurrió aquella anécdota. Mi experiencia fue bien diferente. En el bullicio de las calles, el metro y los restaurantes de Moscú uno puede perfectamente sentirse en el corazón de la metrópolis de un vasto espacio absolutamente multiétnico. Se acabaron los años de emigración masiva tras los años de caos que siguieron a la caída de la URSS. Tras años de fuerte inmigración, los rusos (ruskii) se mezclan con otros ciudadanos de la federación no rusos (rossiianin) y, sobretodo, con ingentes masas de inmigrantes de tez oscura de los miles de pueblos del Caúcaso y sobretodo de miles de personas de rasgos asiáticos procedentes de las antiguas repúblicas soviéticas de Asia Central (el 95% de los inmigrantes en los últimos años provenían de antiguas repúblicas soviéticas, fundamentalmente centrosiáticas ). A estos dos grandes grupos se suman, menos numerosos, inmigrantes de las procedencias más diversas (incluido algún negro no precisamente francés o afrancesado). Se estima que los inmigrantes llegan a sumar más de 15 millones de personas. Si comes en alguno de los restaurantes o lugares de comida rápida de la importante calle Tverskaya (si algún día alguien de vosotros anda por allí recomiendo el Mu-Mu por la relación calidad precio), lo más seguro es que te atienda algún tayiko o kirguiz.

El asunto no sólo afecta a la capital y las grandes urbes. En cualquier ciudad de Rusia pueden encontrarse inmigrantes ocupando alguna que otra actividad económica. El servicio de autobuses urbanos privados en San Petersburgo (recientemente eliminado por la alcaldesa de la ciudad para tormento de sus ciudadanos que deben esperar a que pase la línea pública en los horribles días de invierno) o los mercadillos callejeros en cualquier ciudad como por ejemplo Irkutsk, donde no parece que se esté tomando muy en serio la medida del gobierno ruso que prohíbe a los extranjeros vender en el comercio minorista (antes su número no podía superar un porcentaje del 40%).

Aunque no ha llegado al nivel alcanzado en los países occidentales, Rusia ya no es el país puro y virgen que soñábamos algunos. El terrible envejecimiento del país, su crisis demográfica, las medidas neoliberales del gobierno de Putin y el terreno abonado de largos años de ¿humanismo? Marxista (y previamente cristiano) han abierto la puerta a una de las grandes enfermedades del siglo XXI: la inmigración masiva y etnicida. No obstante, el gobierno de la Rusia Unida ha dado muestras de entender que la solución de los problemas del país en ningún momento está en la inmigración masiva y que ante todo, lo primero que cuenta son los problemas de los ciudadanos rusos.

La inmigración masiva, se ha convertido en Rusia, al igual que en el resto de países de nuestro continente, en uno de los grandes ejes de conflicto de nuestras sociedades tanto por sus causas y consecuencias socioeconómicas como por sus repercusiones culturales.

Kulikovo

2 comentarios:

Ramiro Semper dijo...

La inmigración, fomentada tanto desde el liberalismo más rancio como desde la progresía más estúpida, se ha convertido en un mal generalizado.

Portus Victoriae dijo...

Creo que esa anécdota (y sí, has acertado en que era Faye) la leí en un TyP.

De todas formas, está claro que hoy en día, ninguna parte de Europa (ni de Siberia) queda libre de la gangrena de los flujos migratorios masivos.

Hasta en lugares pequeños y recónditos, como Islandia, existe una aglomeración bastante grande de asiáticos que copan (al igual que en España) la mísera competencia desleal.

Estos días he estado algo "desconectado", pero te felicito por tus artículos. Seguro que a muchos nos sirve de gran ayuda para conocer muchísimo mejor al gigante ruso.