12 de febrero de 2010

Anécdota del diálogo absurdo entre unos ingenieros vascongados


Resulta irresistible el no reproducir en unas líneas una absurda anécdota tan real como la vida misma, escuchada recientemente a hurtadillas en boca de unos ingenieros que mantenían una conversación informal en la barra de un bar. La misma encierra en sí misma un ejemplo preclaro de las aberraciones derivadas de la estúpida y surrealista situación a que conducen las leyes de imposición lingüística y las normativas disgregadoras que promueven las administraciones de las Comunidades Autónomas españolas.

Tratábase el asunto de que en cierto lugar de una provincia vascongada, hallábanse reunidos en el lugar de la obra dos técnicos de sendas contratas y un tercer interlocutor, éste representante de la administración autonómica vasca, para tratar el seguimiento en la evolución de los trabajos auspiciados por la misma. Se daba la circunstancia de que todos los reunidos eran oriundos de tierras vascas y de pura cepa. Concretamente ambos técnicos eran originarios de sendas localidades separadas por apenas treinta kilómetros de distancia, y se desenvolvían cotidianamente en el manejo de las correspondientes variedades de vascuence propias de su localidad, las cuales paradójicamente y pese a la relativa proximidad, resultaban recíprocamente confusas y de difícil compresión para el contrario.

Dado que en la reunión participaba un representante de la administración, y siguiendo la pauta establecida deliberadamente por ésta, la comunicación entre los participantes debía transmitirse en dialecto “batua”, versión postiza y artificial del euskera normalizado y homogeneizado, confeccionada un tanto quiméricamente por los organismos autonómicos competentes.

De tal circunstancia surgía la incongruente situación de que ninguno de los reunidos era especialmente ducho en el manejo de un dialecto que resultaba incómodo para todos los participantes, por lo que la comunicación debía discurrir torpemente.

Lo más sangrante y gracioso del caso partió de la reflexión compartida por los técnicos citados al finalizar la reunión:

Lo absurdo de no emplear una lengua que todos ellos comprendían y en la que se manejaban perfectamente de forma habitual, como era sin duda el IDIOMA ESPAÑOL.

El Bígaro

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